Recuerdo vagamente aquel frondoso oasis
y tus ropas azules como el añil del mar.
El sol, en el desierto, calcinaba los huesos
y se hundía en la arena. Lava ardiente y mortal.
En tus ojos, la noche se miraba, curiosa...
asombrada de ver su negrura brillar.
Y, en los míos, tus ojos encendían la llama
que dio luz a la noche con su dulce mirar.
Dulce, como tus labios, dos dátiles jugosos
que, fueron mi alimento, mi energía, mi paz...
Néctar que, me ha llevado en este largo viaje
a través de la inmensa y eterna soledad.
Y, tan sólo la noche, tachonada de estrellas
o el mar, con su profunda y extensa inmensidad,
se asemeja al desierto donde encontré en tus
manos...tus ojos y tus labios...mi oasis de verdad...
Adel
Precioso, Adel... me encanta los versos alejadrinos, siempre me han parecido más musicales que todos los demás. La imagen que has elegido es perfecta para el poema.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Jana. Es un placer leer tus comentarios y te estoy muy agradecida.
ResponderEliminarUn besazo, guapa.
Adel
Nada como la inmensidad del desierto para encontrarnos y nada como disfrutar de un oasis para compartir.
ResponderEliminarEsos cielos nocturnos son inolvidables en el desierto.
Besos
La noche en el desierto debe de ser algo maravilloso que vivir. Las estrellas podrán cogerse alargando apenas la mano....
ResponderEliminarBesos, Ananda y gracias por venir.
Adel